sábado, 18 de junio de 2011

Las carencias de Internet como herramienta de gestión

Empieza a ser habitual concebir Internet como una herramienta multiuso cuyas utilidades más habituales se pueden resumir en 3 categorías:
- una herramienta de búsqueda de información,
- un lugar en el que el usuario vuelca su propia información,
- y una herramienta de gestión.

En posts anteriores he hablado mucho de los dos primeros usos y de cómo en los últimos años se han fusionado brillantemente gracias al concepto "compartir la información" fomentado desde que existe la Web 2.0. En este post hablaré de Internet como herramienta de gestión, y empiezo remontándome a los orígenes.

La historia explica que la primera incorporación de la informática al mundo empresarial vino en la década de los 60 motivada por un gran empuje del mundo bancario (y con él las grandes consultoras, las empresas de auditoría, etc). Estas empresas necesitaban contabilizar inmensas cantidades de operaciones y extraer información sobre millones de registros. No es casualidad que durante aquellos años se desarrollaran los esquemas de bases de datos relacionales, o que el enfoque corriente de desarrollo de software fuera el análisis y diseño estructurado en base a subtareas de entrada-proceso-salida. Fue el resultado de grandes inversiones de capital privado destinadas a resolver sus propias necesidades de negocio.

Esta concepción de la información y la tecnología ha sido tan influyente que 50 años después sigue dominando todas las maneras de entender nuestras actividades. A día de hoy, más del 90% de las personas que trabajan en informática pasan gran parte de su tiempo programando o ejecutando altas y bajas en una base de datos. Ya pueden estar implementando un correo electrónico, un gestor de pedidos o clientes, un ERP, un sistema de venta de entradas o lo que sea, que al final su rutina será leer la información de un sitio, hacer algo con ella y volcar el resultado. En la actualidad sólo pueden considerarse fuera de esta concepción los que programan herramientas gráficas, juegos, simulaciones en 3-D, los que utilizan el paradigma de programación en tiempo real (ése gran marginado), y poco más. Incluso la programación orientada a objetos, aquella gran revolución de los años 90 que prometía reflejar a nivel lógico lo que son entidades dinámicas, ha acabado al servicio de la pura gestión de registros. Nuevas herramientas para seguir con viejas costumbres.

¿Y Internet? ¿Ha cambiado nuestros usos y costumbres? Para mi gusto, muy poco. Desde un punto de vista abstracto, la única revolución conceptual que ha habido es que estamos utilizando Internet como si fuera una única entidad sobre la que disponemos de una gran cantidad de información. Es decir, hemos saltado de trabajar en un ordenador a poder trabajar en todos los ordenadores del mundo, con lo cual en la práctica es como si estuviéramos conectados a una gigantesca máquina que nos da acceso prácticamente ilimitado a grandes cantidades de recursos. No les falta razón a los que vaticinan la desaparición del disco duro individual o del correo electrónico porque no hacen falta en un sistema interrelacionado. Pero en definitiva sólo hemos creado un ordenador grande sobre el que las necesidades individuales (personales o empresariales), quedan sobradamente satisfechas.


¿Para qué queremos Internet?

En este mundo de ordenadores interrelacionados los buscadores empiezan a jugar un papel muy parecido al del Explorador de archivos de un PC. La información está en algún sitio y el buscador la ofrece al usuario. Llevemos la analogía un poco más lejos: teniendo ya una infraestructura de ordenadores, y teniendo ya programas que nos inspeccionan la información contenida en ellos, es válido imaginar esos ordenadores como una gigantesca capa de hardware y los programas buscadores como enormes gestores de ficheros. Eso es un sistema operativo. Y estamos muy cerca de crear un sistema operativo capaz de funcionar sobre Internet.

Algunos tratados clásicos de informática suelen definir un sistema operativo como un programa orientado a gestionar los recursos de una máquina mediante tres vertientes (releer el primer párrafo de este post):
- un gestor de ficheros,
- un gestor de memoria,
- y un gestor de procesos.

¿Por qué no considerar Internet como la base para un gran sistema operativo? En el fondo ya lo estamos haciendo, pero centrándonos únicamente en la vertiente gestora de ficheros (o de información). Concebimos Internet como si nos conectáramos a un terminal de un gigantesco servidor que nos proporciona una descomunal (casi ilimitada) cantidad de información, pero no estamos usando las capacidades de Internet como herramienta de gestión global. Es cierto que podemos reservar un hotel en la playa o encargar el pedido de la compra, pero eso no es ejecutar procesos sobre Internet. Lo que realizamos son pequeños procesos locales, de esos que implican altas y bajas en bases de datos. Nuevamente, viejos usos para las herramientas nuevas. Satisfacemos las necesidades individuales pero no hemos creado necesidades colectivas que impliquen trabajar en red.

A día de hoy los proyectos colaborativos son pocos y casi todos derivados del ámbito científico donde hay necesidades de grandes cálculos, como el famoso SETI de búsqueda de vida extraterrestre. Y todavía el enfoque de estos softwares es muy primario porque consisten en un programa cliente que se instala en la máquina del usuario y que se sincroniza con los demás. Hace falta desarrollar un paradigma de programación que explote Internet como una máquina global, donde los grandes servidores no se limiten a buscar ficheros, sino que dediquen recursos y capacidad de gestión. Hay que desarrollar y ejecutar programas globales, y aquí el liderazgo no lo ejercerán las grandes empresas como Google, Microsoft, Apple, etc. porque a día de hoy están muy ocupadas en sacar rentabilidad económica a la Internet actual.

¿Y para hacer qué con esos programas? Bueno, esa es una gran paradoja del siglo XXI. Teniendo una capacidad de cálculo prácticamente ilimitada no sabemos qué hacer, salvo buscar hombrecillos verdes en el espacio o desarrollar modelos meteorológicos. Estamos tan encasillados en el paradigma altas y bajas en bases de datos que en el fondo estamos haciendo tareas que les corresponden a las máquinas, y no estamos dejando que las máquinas nos ayuden a hacer mejor las actividades propias del ser humano, aquellas que implican creatividad, toma de decisiones, etc.

Por ejemplo, no se nos ha ocurrido dejar que las máquinas nos propongan decisiones. ¿Es tan difícil? Quizá no: un directivo empresarial moderno es una persona cargada de excels e informes con tartas que prácticamente le encaminan a tomar "la mejor decisión" para su empresa. Las grandes consultoras de negocio a nivel mundial, como Gardner, Accenture, etc., basan su valor en poseer grandes bases de datos con experiencias previas de todos sus clientes y recomendar soluciones idénticas en casos idénticos o muy parecidos. ¿Por qué no desarrollar programas que ayuden a la gestión? ¿Y por qué limitarse sólo al ámbito empresarial? Una vez más, el modelo aquél de altas y bajas en bases de datos nos restringe mucho las pensamientos.

¿Qué tal si, por ejemplo, ayudáramos a la toma de decisiones políticas con programas informáticos? No debería ser muy complicado, al menos en el ámbito local. ¿Por qué no desarrollamos programas que busquen en todo el planeta, modelicen y hagan predicciones sobre temas tan diversos como si puede funcionar aquí unas medidas de integración social que funcionaron en otro sitio, o diseñar políticas de exención de impuestos personalizadas, o miles de ejemplos más? Son muchísimos los usos que se le pueden dar a esta gigantesca herramienta que hemos inventado, pero mientras no la explotemos mejor nos pareceremos a alguien que se ha comprado el coche más caro de la tienda, tiene carnet de conducir, y no sabe a donde ir.